Blogia
noticias calientes

ELOGIOS A MI MADRE.

 

ELOGIOS A MI MADRE VIVA.

 

Madre mía, y adorada,

hoy  salí y te compré un poema, había mucho frío.

Un poema para decirte,

cuanto tal vez no te he dicho en mucho tiempo.

Te compré muchos poemas, en Star Book Café

no uno; una compilación de cantos a la madre 

de los más consagrados escritores latinoamericanos.

Neruda, Sabino, Vallejo, Octavio Paz, Díaz Mirón y tantos otros, pero no me gustó ninguno.

¿Sabes porqué?

No encuentro madre explicación,

de porque los poetas escriben versos a su madre, después de muerta?. Será que no la aman viva demasiado, o solo les hace falta después de muerta?. No lo sé, pero es triste.

 

Yo te escribo madre, en vida

para decirte cosas, y que las oigas de mis labios ahora en vida, que como mujer te gustan.

Para pedirte mil perdones

cuando por mi te disgustaste,

cuando hice cosas que me reprochaste

y no acepté.

 

Te escribo madre mía

porque sientes mi ausencia

y yo, siento el exilio de tu lado y de mi Patria

a la que le entregué mi vida para salvarla

de tanta barbarie política.

 

Te digo madre y te repito,

que te amo, y por ello me pega más el exilio.

Madre adorada que tanto me diste, que alma y pasión,

y carne tengo.

Madre no te sientas mal, ni sufras,

pues si en mi niñez y juventud no lo entendí,

hoy que el tiempo ha pasado por mi alma

y mi ser inmaterial, lo entiendo

y te agradezco; soy todo lo que tu y el Ángel me dieron.

Te escribo para decirte que te amo, te lloro y te sufro ahora.

Ahora que puedo disfrutar tu sonrisa de felicidad y satisfacción, recogiendo la cosecha de lo que sembraste con tus súplicas, regaños y consejos sabios, oportunos.

Madre mía, nunca olvido tus gritos de desesperación

cuando al pasear me puse cerca de un peligro.

Tu nunca me dejaste acercarme al peligro en presencia;

Madre, cuando he estado en peligro ha sido mi decisión,

aunque se que ello te ha hecho sufrir.

¿Cuánto sufriste el tiempo de mi ausencia siendo niño

y en plena dictadura militar, viviendo yo en San Cristóbal?

Era mi destino estar interno,

para fortalecer mi carácter y darle rumbo

a mi camino y aprendizaje.

Pero fue duro Madre mía,

tres años de ausencia sin tu calor, tu amor y tu presencia.

Madre mía, ahora he regresado al exilio por razones sociales y políticas, pero me duele el alma de mi ausencia, en la ancianidad, pero no puedo convivir con el tirano y sus lacayos alienados mentales,

y porque ellos no me dejarán vivir.

Cuanto me duele hacerme ausente,

pero el camino andado,

ya no me permite volver atrás

para vivir como quiero en calma y en paz

en democracia y en libertad.

Madre, no existe exilio dorado,

todo exilio, toda ausencia obligada es dolorosa, pero intento que sea resistible, si antes el azote no me atrapa.

Intento emular al Santo Padre Juan Pablo II, que nos dio la más sublime de sus lecciones,

al sobreponerse con estoicismo de santo,

del Cristo Redentor en la cruz, al dolor del mal que lo invadía, y ni siquiera la paz de su rostro desencajó; hizo del dolor su amigo y compañero.

Madre, ahora que estás en tu santa ancianidad, ahora que has perdido dos de tus hijos y a mi padre,

ahora yo te abandono por mi vida y la de ustedes, pues desconfío que la tiranía tenga algún respeto por los ancianos, y por los ancestros, aún los más lejanos, que los nacos quieren destruir.

Madre amada, separarme de tu lado, es lo más espantoso que me haga sufrir, tal vez más que la tortura física y mental.

Solo me consuela madre,

que ahora que estoy convencido,

que nuestra existencia, no es una sola, y esta carnal, que cuando Dios lo decida, todos nos encontraremos y volveremos a estar juntos, y viviremos otras vidas y pagaremos nuestras cuentas, para ascender en las escalas del alma, y vivir en Paz, libertad y democracia,

porque nacimos libres,

vivimos como seres libres,

y moriremos libres, o luchando por la libertad.

Madre mía, pido a Dios y se lo imploro,

que los días que te quedan en esta vida terrenal sean de paz.

Pero aún le pido mucho más,

que las próximas vidas,

que habrás de vivir en el devenir,

te sean más santos, y te conserven incólume ese espíritu imperecedero de luchar,

y triunfar por encima de toda adversidad.

De ese espíritu, y del mismo de mi padre, soy heredero.

Por ello me levanto cada vez que me caigo.

Ustedes madre me enseñaron, que hay que luchar

Que el hombre ha de ser siempre

más duro ante la adversidad,

que vencida es el triunfo.

Madre mía, no me olvides,

ni me apartes de tu lado,

cuídame donde yo esté,

y siempre reza por mi,

que yo así lo hago siempre.

Con tus bendiciones al sentir tu amor,

Cuando al hablar se te quiebra la voz,

y me dices, cuando te vienes,

nos haces mucha falta, te echamos mucho de menos.

Madre, que duro es el exilio, quisiera ser de hielo,

que me impide estar a tu lado, velar tu sueño, y cerrar tus ojos, cuando decidas partir a estar con Dios.

                                                            Dr. Jorge A. Paz Nava

                                                                       3/02/2007

                                                                  Atlanta, Giorgia

                      


 
 
 
 
 
 

 

 

 

   

 

0 comentarios